domingo, 28 de septiembre de 2014

La fiebre del wasap





Ya no escribimos cartas. Este es un quehacer obsoleto. El género epistolar, el de las palabras pensadas y repensadas antes de ponerlas sobre el impecable papel en blanco, ya es algo decimonónico y trasnochado. La primera puñalada a la carta manuscrita se la asestó el teléfono con su inmediatez hace ya muchos años y, desde entonces,  nadie pensaba decir “este boli es mío y lo voy a utilizar”. Pero los tiempos cambian y la tecnología los transforma. Ahora raro es el que no escribe en una pantalla digital y envía un wasap. Son mensajes cortitos, de los de no calentarse mucho la cabeza escribiéndolo y, por ahora, son prácticamente gratis. No hace falta bolígrafo ni papel. Ni siquiera mucho esmero en la redacción. A menudo parece un lenguaje de indios en un western americano. Pero el uso de esta aplicación está tan extendido que ya son seres extraños, como venidos de otro planeta, quienes no teclean para mandar el mensaje de turno.
            Dentro de nada el wasap será el aceite que lubrica la vida del planeta. Millones de usuarios se han pasado a esta suerte de mensajería instantánea en todo el mundo y teclean con ansia sobre la pantalla de un móvil de última generación. Todo ha de ser inmediato, de ahora mismo para ahora mismo. No importa ser superficial, ir al grano y disparar con bala. En este tiempo sin tiempo, veloz y sin alma, el aquí te pillo y aquí te mato es la nueva doctrina que impera entre nosotros. Se acabaron las cartas de amor y los rollos cursis. Se terminó el ritual de esmerarse con la caligrafía, Adiós definitivo a los sobres, las señas, el remite, los sellos... Concluyeron la literatura epistolar y las esperas. Las cartas ya sólo son patrimonio de los bancos, que suelen cobrarlas, de los juzgados para mandar citaciones, que en España viven con el reloj parado desde los tiempos de Maricastaña, y de esa oficialidad burocrática que vive fuera del tiempo y ha de dejar constancia impresa de lo que reclama o da al ciudadano.  
Al parecer la compañía Whatsapp  ya supera los 250 millones de usuarios activos al mes, y esto hace que su comunidad sea virtualmente más grande que Twitter,  con récords que han logrado superar los 27.000 millones de mensajes procesados en apenas 24 horas.
España cuenta con 20 millones de usuarios de WhatsApp de los 300 millones que hay en todo el mundo según ha anunciado hace poco  Jan Koum, co-fundador de la compañía. Unos datos muy elevados si se comparan con el número de población total del país y con otros mercados. Resulta sorprendente: nuestro territorio tiene tantos usuarios de WhatsApp como Alemania, que casi nos duplica en número de habitantes (46 millones en España frente a 82 millones en Alemania, aproximadamente), México, o India, que supera los 1.200 millones, aunque es obvio que se trata de un mercado emergente en el que la presencia de «smartphones» es todavía muy reducida.  El servicio de mensajería es tan popular en estos países que juntos aglutinan casi un tercio de la base de usuarios total
España es el país con mayor penetración de dispositivos móviles inteligentes de Europa con un 81 por ciento de los vendidos en 2012 por delante de Alemania, Francia, Italia y Reino Unido (EU5), según el estudio realizado por «Online Business School» (OBS).
La plataforma de mensajería instantánea es una de las herramientas más utilizadas por los usuarios de móviles inteligentes, cada vez más adictos a su uso, puesto que lo miran una media de150 veces al día, según un reciente estudio de Tomi Ahonen Almanac.
 WhatsApp puede llegar a enviar 11.000 millones de mensajes y recibir 20.000 millones al día. Por si esto fuera poco, se comparten un total de 325 millones de fotos en una sola jornada.
Las cifras marean. Ya hay adictos al móvil, internautas drogodependientes de que han de ser tratados. Seguramente también los hay o los habrá de este picoteo táctil que es el wasap. La libertad parece que se convierte en esclavitud. Los pitidos y musiquitas invaden nuestra vida. Los videos chorrada pululan como plagas y nos infectan con su banalidad. Hay personas que tienen tantos mensajes que tendrían que vivir diez veces para verlos y contestarlos todos. La tecnología avanza a pasos de gigante, pero… ¡hay tanta gente que no tiene nada que decir, tanta que estaría mejor con la boca cerrada o mano sobre mano! La vida es y debe ser otra cosa. Pero, ¿qué le vamos a hacer? Hay gente para todo. Ya lo decía Machado: de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa. Ahora estamos bajo la moda del wasap, mañana será la de las camisas con agujeros, por decir algo, y es muy probable que sean multitud quienes la sigan.